Es sencillo; la ciencia funciona. Y cuando confiamos en la ciencia, todos ganamos.

La ciencia no es un debate, no es una sensación o una opinión. Es un proceso metódico de investigación y verificación en el que hemos llegado a confiar. Y como científicos, es esa confianza la que nos conduce a mejores tratamientos, nuevas curas, y hacia un futuro lleno de esperanza que todos podemos compartir.

Cuando comprendemos el valor del descubrimiento científico, todos ganamos, porque la ciencia no solo funciona, sino que funciona para todos.

La ciencia no es un debate, no es una sensación o una opinión. Es un proceso metódico de investigación y verificación en el que hemos llegado a confiar. Y como científicos, es esa confianza la que nos conduce a mejores tratamientos, nuevas curas, y hacia un futuro lleno de esperanza que todos podemos compartir.

Cuando comprendemos el valor del descubrimiento científico, todos ganamos, porque la ciencia no solo funciona, sino que funciona para todos.

Si estás a favor de las personas que se dedican a la investigación de nuevos tratamientos y curas, no eres el único.

Nunca antes ha sido tan importante comprender que #LaCienciaFunciona.

  • Lectora consumada. Apasionada de STEM. Directora médica ejecutiva.

    Todo empezó con el árbol de cacao. Al haber crecido en una granja en una zona rural de Nigeria, Yemisi Oluwatosin o “Yemmie” sintió desde muy pequeña una fascinación por la siembra que proveía el sustento para ella y su numerosa familia.

    A sus padres, que eran granjeros, les hacía un sinfín de preguntas sobre el control de plagas y el proceso de fermentación.

    Las pequeñas ráfagas de información motivaban su curiosidad inherente sobre el proceso natural de transformación y sobre cómo funcionaba todo.

    En aquel entonces no sabía que estaba haciendo preguntas sobre química y ciencia que, más tarde, se tornarían en la pasión de su vida.

    Al crecer en una familia de 16 personas, la lectura le daba a Yemmie una sensación de orden dentro de todo aquel caos. A la edad de ocho años, leía cualquier cosa que estuviera a su alcance, desde ficción y libros de texto hasta pedazos de periódicos.

    Un día en la biblioteca local, Yemmie leyó una historieta con ilustraciones acerca de químicos que se vestían con batas blancas y trabajaban en laboratorios donde hacían experimentos para encontrar respuestas a preguntas como las que ella hacía sobre la fermentación del cacao.

    Fue este el momento en que Yemmie descubrió que las personas que llevaban puestas batas blancas de laboratorio trabajaban en el campo de la ciencia. Y fue en ese momento cuando supo que su sueño era convertirse en una científica.
    Yemmie se convirtió en la primera persona de su familia en graduarse de la universidad, con un título en Bioquímica, en Nigeria.

    Cuando estudiaba en la universidad, uno de sus profesores le insistió en que se fuera a Estados Unidos para continuar su educación, y su hermana mayor sacó un préstamo para apoyarla.

    Recibió su doctorado en Bioquímica y Biología Molecular de State University of New York Upstate Medical University, y completó un posdoctorado en University of Pennsylvania. Después obtuvo su maestría en Administración de Empresas (MBA, por sus siglas en inglés) de University of Delaware.

    Yemmie ahora lleva más de 20 años trabajando para AstraZeneca, donde participa en la investigación y el desarrollo de nuevos y revolucionarios medicamentos, asegurándose de que las medicinas que tomamos sean eficaces y seguras, y de que los doctores tengan la información más actualizada sobre el uso correcto de estas medicinas.

    Empezó como científica investigadora (de bata blanca) estudiando la enfermedad de Alzhéimer y otras enfermedades neurológicas. Desde entonces ha ocupado muchos cargos distintos dentro de la empresa.

    Como parte de las acciones de respuesta de AstraZeneca en la lucha contra la pandemia de COVID-19, Yemmie fue trasladada a un equipo de fuerzas especiales médicas globales, donde parte de sus responsabilidades incluía el capacitar al personal sobre conocimiento científico en rápido desarrollo en torno al virus y la vacuna (en aquel entonces en desarrollo clínico) de AstraZeneca.

    En la actualidad es Directora médica ejecutiva en el área de tratamiento renal (riñones) de AstraZeneca.

    Durante años, AstraZeneca ha estado haciendo grandes esfuerzos por mejorar el cuidado de la insuficiencia renal crónica y las condiciones relacionadas con el padecimiento. A Yemmie le apasiona enormemente ayudar a transformar la ciencia en cuidado clínico para pacientes.

    Se ocupa de desarrollar programas para generar conciencia sobre enfermedades; los cuales sirven para presentar las necesidades de los pacientes y los descubrimientos de nueva investigación al frente médico, con el propósito de mejorar los resultados de los tratamientos.

    Actualmente dirige los estudios clínicos para dos productos con el fin de determinar los efectos de complicaciones comunes de la insuficiencia renal crónica.

    En su tiempo libre, Yemmie disfruta de darse a la tarea de ser mentora de jóvenes estudiantes y alentarlos a dedicarse a la educación STEM; quiere que los niños se sientan entusiasmados acerca del trabajo de las ciencias biológicas, y le encanta inspirarles esa pasión.

    Habitualmente se presta como voluntaria y miembro del comité de planificación para el evento anual FAME (Foro para el avance de las minorías en materia de Ingeniería), el cual convoca a estudiantes de bachillerato para que pasen un día completo de aprendizaje en las instalaciones de AstraZeneca.

    Ella es parte de la junta directiva de la escuela STEM de más alto nivel de Delaware y se presta como juez voluntario de manera habitual en ferias locales y regionales de ciencia.

    Yemmie disfruta de largas caminatas y paseos por el parque para despejar su mente, recargar energía e inspirar su creatividad. Recientemente decidió retirarse de los constantes partidos de fútbol de su hijo y de los eventos de bailes de su hija.

  • Exploradora de museos. Supermamá. Científica ejecutiva.

    Tu vida puede cambiar en un segundo. Y ese fue el caso de una pequeña niña llamada Denarra Simmons, quien nunca imaginó que llegaría a ser científica, mucho menos una investigadora ejecutiva de Biofarmacéutica.

    Todo empezó el día en que un agente de ventas viajero llegó a la casa de sus padres en Irvington, Nueva Jersey.

    Este agente vendía enciclopedias, de aquellos paquetes que contenían una serie de libros con aquel glorioso estampado dorado, y Denarra convenció a su familia de que los compraran, incluso cuando apenas podían costeárselos.

    Denarra estaba fascinada con los libros y el conocimiento que contenían. Sin haberlo previsto, la lectura detallada de aquellas joyas de información encendería en ella la pasión por el aprendizaje para el resto de su vida.
    Unos años más tarde en su escuela, en el Día de orientación vocacional, un químico se detuvo frente a la clase de Denarra para explicar cómo se creaban los medicamentos que ayudaban a las personas enfermas.

    Mientras él dibujaba estructuras químicas en la pizarra, Denarra sabía que nunca antes había visto a un químico negro en bata de laboratorio. Este fue otro momento importante en su vida porque supo de repente, que una carrera en el campo de la ciencia era algo posible para ella.

    Por parte de su escuela, Denarra asistió a un programa de verano en Rutgers New Jersey Medical School, donde se enamoró de la Bioquímica.

    Y durante esos almuerzos en grupo que compartía con otros estudiantes de distintas escuelas ese verano, ella conoció a un compañero que más adelante se convertiría en su esposo.

    Su pasión por la ciencia continuó durante sus años universitarios. Se quedaba hasta tarde en el laboratorio dividiendo células y documentando los resultados. Las horas pasaban rápido porque Denarra nunca lo sintió como trabajo.

    Hoy en día, Denarra es una científica ejecutiva encargada de hacer pruebas para determinar la estabilidad de nuevas medicinas.

    Ella ayuda a predecir los posibles efectos que puede tener un tratamiento, lo cual es una de las fases más importantes en la formulación de nuevos medicamentos.

    Esos sellos de advertencia e información del medicamento que tiene la medicina que guardas en el gabinete del baño podrían ser los resultados de las pruebas que Denarra ha realizado.

    Denarra, su esposo, hija e hijo ahora viven Newark, en la misma calle donde su madre creció.

    Les encanta ir juntos a Newark Museum of Art, algo que Denarra hacía de pequeña con su familia. Durante los fines de semana sus hijos le muestran los bailes más recientes de TikTok. Tal vez algún día logren convencerla de hacer uno.

    Por ahora Denarra no pierde la oportunidad de enseñarles cosas básicas sobre la ciencia, incluso cuando están haciendo la cena; lo que sucede con los ingredientes, estados que cambian y distintas propiedades químicas. Siempre dice, “porque el cocinar es una ciencia, solo que esta ciencia se come”.

  • Ciclista de montaña. Padre abnegado. Científico de Biotecnología.

    Mark Davis recorre grandes distancias en su bicicleta tres veces a la semana. Esa es su manera de relajarse luego del tiempo que pasa en el laboratorio, donde es ingeniero ejecutivo de procesos en la investigación tecnológica de terapia génica.

    Montar en bicicleta por los senderos de la montaña también le da tiempo para reflexionar sobre el camino que lo llevó al lugar donde está ahora.

    Cuando tenía diez años, Mark perdió a su madre a causa del cáncer de seno. Eso es algo que jamás se supera, sin embargo, sí es posible descubrir y entender distintas maneras de asimilar una pérdida tan profunda.

    Durante el bachillerato y en la universidad, a Mark le atrajo la ciencia, pero no prestó mucha atención. Le encantaba leer y en ese entonces había un resurgimiento del género de la ciencia ficción en la década de los años 90. Mark lo disfrutaba todo, desde las fantasías de ciencia ficción de Louis McMaster Bujold hasta las novelas de viajes en el tiempo de Connie Willis.

    A la vez, la biotecnología evolucionaba. El campo de la terapia génica era una disciplina más reciente que los tratamientos convencionales contra el cáncer; y Mark lo vio como una manera de “desquitarse con el cáncer”. Mark aprovechó su licenciatura en filosofía de Syracuse University y la convirtió en una maestría en Ciencias Biológicas en University of Massachusetts.

    Fue a principios de la década de 2000 cuando uno de sus compañeros de trabajo fue diagnosticado con linfoma no Hodgkin y el camino profesional de Mark se concretó aún más.

    Había un medicamento en desarrollo para el tratamiento contra este tipo de linfoma, y no fue mucho más tarde que él se encontró en el cargo de jefe científico en la creación del mismo medicamento que él había venido estudiando para el tratamiento contra el cáncer de su amigo. Fue entonces cuando todo tuvo sentido para él. Fue como si todo en su vida lo hubiera guiado hacia este cargo.

    Su trabajo diario ha permanecido básicamente sin cambios por el COVID-19. Mark trabaja en el laboratorio todos los días realizando experimentos para asegurar la consistencia y fiabilidad de nuevas terapias. Su trabajo es invariable pero urgente. Hay muy pocas personas a su alrededor, lo cual a él le parece bien.

    La familia Davis y el terrier que rescataron viven en las laderas de las Montañas Rocosas en Colorado. Mark y su hijo de seis años salen a andar en bicicleta juntos y juegan con carros de control remoto, porque jamás se es demasiado adulto para jugar con carros de control remoto. Ocasionalmente se encuentran con la sorpresa de ver un oso, pero eso es todo parte del paseo de una familia que crece en la naturaleza.

  • Apasionada de la salud. Panadera con destrezas por encima del promedio. Asociada ejecutiva de investigación.

    Adriana Tovar-Salazar recuerda el momento en el que se enamoró de la ciencia. El noveno grado; una lección sobre la síntesis de las proteínas. Y ella se sintió, como ella misma lo describió, “deslumbrada”. ¿Cómo iba a saber ella que esa singular lección determinaría el resto de su vida?

    Estaba en el bachillerato cuando su familia se mudó de Bogotá, Colombia a la ciudad de Nueva York para poder volver a estar con su padre que trabajaba en Estados Unidos. En la universidad, Adriana se concentró en ciencias marinas, pero cuando a su padre lo diagnosticaron con cáncer de colon, empezó a involucrarse en las conversaciones con los doctores y oncólogos del padre.

    Su padre falleció, y con esta pérdida le vino una fuerte motivación por alimentar su interés en la bioquímica y la investigación sobre el cáncer. Adriana recibió su maestría en Ingeniería Genética Aplicada en NYU (New York University), lo cual marcó el principio de su interés por aprender cómo algo tan clínico como la ciencia puede vincularnos a todos de manera tan profundamente personal.

    Adriana empezó a trabajar en la industria farmacéutica hace aproximadamente un año. Por supuesto, ninguno de nosotros pudo haber previsto lo que el año 2020 traería, pero ella se ha adaptado al cambiante panorama que presenta el COVID-19.

    Los retos del día a día tienen solución. ¿Que no hay gimnasio? Las pesas rusas que están en una esquina de la sala en casa son suficiente. ¿Y su inspiración por la salud? Ella sigue a unos gurús de fitness por Instagram. ¿Que el cupo para cenar en restaurantes locales es limitado? Ella hornea su propio pan, lo cual le recuerda a la época en que ayudaba en la panadería de sus abuelos en Bogotá.

    Su trabajo en la farmacéutica le resulta muy satisfactorio e infinitamente fascinante. Adriana está en el laboratorio de dos a tres días por semana, donde hace investigaciones sobre células CAR-T (receptor de antígeno quimérico) y tratamientos contra el cáncer. Ella pertenece a un equipo de las primeras investigaciones, cuyo objetivo es encontrar nuevas maneras de crear células inmunes de pacientes para utilizarlas en el tratamiento contra su propio cáncer. Su objetivo final es el de tener un impacto duradero en los pacientes.

    Aunque su camino la ha traído de Sudamérica a los Estados Unidos y de costa a costa, su norte siempre ha sido la ciencia. Es la tranquilidad dentro del caos y es lo que la mantiene con los pies sobre la tierra.
    Después de todo, no hay nada que se compare con ese primer amor. Adriana y su prometido viven en Seattle, donde se están adaptando a una nueva casa y crían a los dos enérgicos hijos de él.

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